Si hay algo que me ha sorprendido en Buenos Aires es la presencia tan fuerte que sigue teniendo Eva Perón en la vida política. Mi admiración por el personaje nunca ha sido secreta, pero creo que no había imaginado que tuviese tal peso en la sociedad argentina tantos años después. En mi mente, era una una vieja figura política inmortalizada como icono cultural, pero estando acá veo que es mucho más que eso, y va desde ser utilizada como bandera partidista (sí, todavía), hasta su permanencia intacta en la memoria de toda una generación de argentinos que recibieron en algún momento un juguete, una bendición o un trozo de pan de la inmortal líder.
Así, mi admiración ha llegado a límites casi obsesivos, y he dedicado buena cantidad de horas a escudriñar los lugares relacionados con su historia, los museos dedicados a su memoria, los objetos, los libros, los videos... No hago más que preguntarme cómo tuvo y sigue teniendo tal arraigo entre tanta gente -más allá del obvio alcance de la propaganda-.
Son demasiados los que el capitalismo radical ha dejado por fuera. Y mientras es obvio que el socialismo clásico y sus variaciones latinoamericanas no son la solución, no es menos evidente la necesidad de un paradigma alternativo que siente las bases para una justicia social real y efectiva, que sin quitarle la responsabilidad al Estado como ente regulador, no lo convierta en el ente dadivoso y paternalista que siempre, invariablemente, termina por justificar el personalismo político en nuestras sociedades -tal como ocurrió con Perón y Evita, y su gran maquinaria propagandística-.
Seguimos en la búsqueda de una solución...
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