jueves, 25 de junio de 2009

Del amor paterno


Muy a propósito del día del padre –aunque con algo de retraso—, en los últimos días me ha llamado la atención la manera que tienen los padres de referirse a sus hijos por estos lados. No sé si tenga algo que ver que en las últimas décadas los padres hayan estado más crecientemente involucrados en la crianza de los hijos de lo que estaban antes, o si sea sólo la distancia, esa inigualable potenciadora de la nostalgia. Lo cierto es que nunca había notado de manera tan contundente cuán profundo puede ser el sentimiento paterno.

Vale la pena aclarar que, por razones bastante obvias, en Bagdad estoy rodeado de hombres cuyo único común denominador es, además de trabajar para la misma organización, que están separados de sus seres queridos. De resto, y como sugería en mi post anterior, la heterogeneidad no puede ser mayor. Es por eso que se me ha hecho curioso que padres de culturas tan distintas, con valores, religiones, costumbres y esquemas de vida tan diversos, tengan los mismos gestos amorosos al referirse a sus hijos. Ningún otro sentimiento se compara, sólo el recuerdo de esos hijos que esperan en casa, invariablemente, les ilumina la mirada y elimina cualquier barrera de entendimiento posible. Hablar de los hijos dibuja sonrisas incluso en los rostros más endurecidos por las circunstancias, e incluso las inflexiones de la voz adquieren un tono distinto.

Quizás sólo estoy acostumbrado a ver ese tipo de gestos con mucha mayor vehemencia en una madre, y sólo ahora he afinado la percepción y puedo entender las sutilezas del discurso paterno… Sea como sea, siento que en estos días he aprendido bastante de la fuerza de ese vínculo, y evidentemente he extrañado intensamente a mi padre. Este repentino sentimiento me ha tomado por total sorpresa, y no me tomen a mal, a mi padre siempre lo he querido, pero creo que es apenas ahora que entiendo la magnitud del amor de un padre, y no puedo dejar de imaginármelo hablando de mí y de mi hermana con es mismo brillo en los ojos. Basta pensar en eso para disipar la duda que subyace, casi escondida, en una expresión como “espero que esté orgulloso de mí”, y convertirla en una certeza irrebatible: mi papá está orgulloso de mí, y yo lo estoy de él.

domingo, 14 de junio de 2009

The Wildman Show - Baghdad Edition

A poco más de una semana de haber llegado a Bagdad, no puedo evitar pensar en los muchos temores que marcaron los días precedentes. Hoy sólo puedo pensar en lo acertada que fue la decisión de venir. La experiencia que me hubiese perdido de no haberlo hecho, hasta ahora, ha sido una maravilla difícil de encerrar tras las barreras del discurso. Es increíble que el temor a lo desconocido casi me impidiera emprender esta aventura, pero supongo que es algo natural. Algo similar debe ser lo que ocurre con la muerte: tal vez lo que sigue es algo extraordinario, y es el no tener certeza lo que nos aterra… pero eso es tema de otra discusión. Por ahora, y para no extenderme demasiado, me limitaré a enumerar impresiones.

Lo bueno –
La mezcla de culturas: nunca hubiese imaginado las muchas similitudes entre la política de Uzbekistán y la venezolana, o lo cosmopolita que puede ser Madagascar, o que aprendería algunas frases en swahili directamente de un maasai. Esto es Babel, y vivirlo me hace sentir que nuestro entorno inmediato es más pequeño de lo que a veces creemos, y que todo aquello que nos molesta en él tiene la importancia que nosotros mismos le demos, ni más ni menos.

Lo malo –
La naturaleza inclemente: No puedo parar de preguntarme cómo es que la civilización comenzó por estos lados, porque el calor es tal que no puede uno explicarse quién se pudo poner tan creativo como para inventar un cuerno. Aparte, la arena omnipresente… en el suelo, en los muebles, en el aire, en la piel… No es por ser quejón, pero a ratos pienso que en realidad la naturaleza es simplemente inmisericorde en este rincón del mundo.

Lo feo –
La tristeza y la impotencia: Bagdad como ciudad debió ser muy hermosa hasta hace muy poco. A pesar de enclavarse en el entorno más árido imaginable, en su arquitectura se hace notorio un desarrollo estético nada despreciable. Encontrar tal belleza convertida en ruinas a causa de una guerra inexplicable es lamentable. Por otro lado, observar la ligereza y la impudicia con las cuales se manejan los recursos en estos lares simplemente da rabia. En medio de una crisis económica desastrosa, esta gente (y todos sabemos de quiénes hablo) sigue derrochando dinero e ignorancia a manos llenas, como si aun no se dieran cuenta de la magnitud del problema en que están metidos, ni de la importancia de la responsabilidad individual en este entuerto. El mundo se puede estar cayendo, y estos andan preocupados porque no hay opciones “kosher” para almorzar, o porque "los muebles son muy feos, volvamos a cambiarlos y botemos los que hay"… El mundo que termine de caerse, o que se adapte a nosotros, mmm'kay?.

Lo entretenido –
Las tonterías que me divierten: una lata de refresco “de las viejas”, o cualquier producto con el nombre en alfabeto árabe. Un libro que se lee al revés. El cántico que sale de los altoparlantes de una mezquita cercana los viernes por la tarde. Cosas sencillas que me arrancan una risita tonta o una expresión de asombro, que me hacen gracia o me remontan a memorias olvidadas… ¡y que ponen de manifiesto que en el fondo soy sólo un niño grande!

Lo que se extraña –
La naturaleza verde y salvaje de Caracas: Sí, se extraña a la familia, a los amigos, y el aliento de quien uno ama, pero bastó ver una fotografía del Ávila, verde, majestuoso, salvaje y fértil, para darme cuenta de que no sólo se extraña a la gente. ¿Estoy demasiado insistente con el tema de la arena? Me hace falta el color…

Lo que se aprende –
No, no puedo resumir esto en un parrafito. En un tiempo muy breve, es mucho lo adquirido, comenzando por el descubrimiento de características personales que ni siquiera sabía que existían, que han despertado y han tomado el control de manera abrumadora. Es injusto que trate de resumirlo… Lo que aprendo me lo quedo, y quienes me conocen profundamente lo irán descubriendo poquito a poco. Por lo pronto, la mueca de terror contenido que algunos vieron cuando me venía ha sido sustituida por la sonrisa de quien sabe que, no matter what, todo va a estar bien.